jueves, 13 de septiembre de 2012
















miércoles, 12 de septiembre de 2012

Porcelanicron 






Esculturas: arte en esencia 
















La música también hace parte del arte y no solo la música si no también la manera de experimentar su parte visual, muchas veces la música tiene mensajes que quiere dejarnos claro de hay nace la importancia de la expresión de las emociones planteadas por el creador.

http://www.youtube.com/watch?v=2cXDgFwE13g


Porfirio Barba Jacob

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar...


Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría...
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar...


Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en Abril el campo, que tiembla de pasión;
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de obscuro pedernal;
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
-¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!-
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír...

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer;
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar:

el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡oh Tierra! un día... un día... un día
en que levamos anclas para jamás volver;
un día en que discurren vientos ineluctables...
¡Un día en que ya nadie nos puede retener!

http://wryer.tumblr.com/

sábado, 8 de septiembre de 2012



Poema Naturaleza Muerta

 Franz Kafka
     
Le cupo amar los gorriones.
Porque era un hombre abundante y detestable quiso creerse oscuro
como si fuera un habitante de la ciudad de Viena
condenado a inspeccionar el mundo desde los
ventanales que Stalin concibió en el Kremlin.
Pero soñaba también con los cañaverales.
Vio un día que lapidaron la imagen de San Juan de Patmos en los
ojos rasgados del fuego.
Y se sintió circundado de palomas.
Vasto en exceso, conoció momentáneamente las desdichas de la
ambigüedad.
Creyó verse asesinado entre los matorrales por los gendarmes.
Por su falta de clarividencia conoció el futuro.
En la piedra de los holocaustos comprendió su significado.
Dejaba demasiadas circunstancias por terminar.
Nadie compareció: llamaban a los fiscales en la piedad.
Lo empezaron a buscar por Praga o en la incesante garúa de Lima
  pero sólo desenterraban el veredicto que dejó en las bibliotecas.
Nadie entre tantísimos documentos lo quiso consolar.